Campos problémicos en los que se dará la discusión
Los campos problemáticos en los que se dará la discusión son:
* La participación socioeducativa de niños y jóvenes.
* El papel de la educación en la formación para la participación de niños y jóvenes.
* Los procesos de internacionalización de la educación superior como alternativa de participación más allá de fronteras.
* Las relaciones democráticas en la concepción de un proceso docente participativo.
* La participación de las poblaciones infanto-juveniles en los procesos evaluativos escolares y universitarios.
* Contribución de la Participación socioeducativa a la equidad y justicia social.
Preguntas orientadoras al interior de la mesa
* ¿Cómo es la participación socioeducativa de niños y jóvenes en el contexto latinoamericano?
* ¿Qué papel le concede el estado a la educación en la formación para la participación de niños y jóvenes de nuestros países?
* ¿Se toman en cuenta los procesos de internacionalización de la educación superior como alternativa de participación socioeducativa más allá de fronteras?
* ¿Se establecen verdaderas relaciones democráticas en la concepción de un proceso docente participativo?
* ¿Es una prioridad para directivos propiciar la participación de las poblaciones infanto-juveniles en los procesos evaluativos escolares y universitarios?
* ¿Cómo contribuye la Participación socioeducativa a la equidad y justicia social en nuestros entornos?
* ¿Qué experiencias de buenas prácticas poseemos en torno a ambientes educativos socioparticipativos?
Objetivos
* Establecer un diálogo abierto entorno a la trascendencia de la Participación Socioeducactiva de niñas, niños y jóvenes en el contexto latinoamericano. Abordando el papel que los Estados le conceden a la Educación para la Participación de estas poblaciones.
* Exponer las tendencias que se experimentan en nuestros países a través de los procesos de Internacionalización de la Educación Superior y los tipos de relaciones que se establecen entre estudiantes y profesores en los procesos docentes de participación socioeducactiva.
* Por último, se evaluarán los nexos y las contribuciones entre la Participación socioeducativa y la equidad y justicia social en nuestros entornos, así como la construcción de una ruta de aprendizajes, sobre esta temática a partir de la exposición de buenas prácticas de ambientes educativos socioparticipativos.
Pertinencia y justificación
El Covid-19 anuló las agendas previas en prácticamente todas las políticas públicas. La Educación no es una excepción, aunque en América Latina quizá duela de un modo especial. La pandemia llegó en un momento en que el progreso de la Educación en América Latina estaba siendo favorable. Después de un avance notable y sostenido en todos los indicadores educativos, las escuelas debieron empezar –de nuevo– a asegurar cuestiones tan básicas como la presencialidad de los alumnos, al tiempo que se requirió adaptar los sistemas a los recursos de la Educación a distancia.
Las carencias del sistema, en fin, estaban identificadas y se trabajaba para minimizarlas, hasta que la pandemia cambió radicalmente las prioridades de las administraciones, los centros, los docentes y las familias. El impacto del virus ha hecho que las brechas o desigualdades, como la digital, la de género o la rural, se hagan más visibles y ha puesto en evidencia la fragilidad educativa en muchos países.
Una evaluación global de las transformaciones educativas actualmente vigentes en América Latina permitiría identificar un significativo conjunto de logros que ya han alcanzado un alto grado de consolidación. Entre los más importantes, se pueden mencionar los siguientes:
* la tendencia al aumento de la inversión educativa,
* las reformas institucionales, fundamentalmente la descentralización de la administración educativa, la instalación de sistemas de evaluación de resultados y la tendencia a otorgar mayor autonomía a las escuelas,
* un mayor nivel de conciencia pública sobre la prioridad de la educación en las estrategias de desarrollo.
Hay consenso en reconocer, sin embargo, que estos logros no son suficientes, y existe al respecto, también, un significativo nivel de insatisfacción con los resultados del aprendizaje efectuado por los alumnos, especialmente con los que provienen de familias de bajos ingresos, con el ritmo con el cual avanzan las reformas y por la existencia de núcleos importantes de resistencia a las transformaciones, particularmente en el interior de las administraciones educativas y los docentes. Otro tema deficiente es el relacionado con la Participación socioeducativa.
Estos problemas no son secundarios y su importancia no debería ser subestimada. La ausencia de equidad y la lentitud en el ritmo del cambio educativo pueden poner en riesgo el aumento de la competitividad económica y la gobernabilidad democrática de las sociedades. Y por otro lado la no formación en y para la Participación conlleva a un individuo que no sabe tomar decisiones y ser parte de la construcción de sus propios entornos.
Hasta ahora se ha insistido fundamentalmente en la idea según la cual la educación es un importante factor de equidad social. Numerosas evidencias empíricas confirman la validez de esta correlación. Sin embargo, los datos también indican que los resultados escolares dependen de ciertos factores de educabilidad, asociados a condiciones materiales de vida y origen social de los alumnos. En América Latina, donde vastos sectores de población viven en condiciones de extrema pobreza, un porcentaje elevado de alumnos estaría ingresando a la escuela con deficientes niveles de educabilidad, neutralizando los esfuerzos efectuados por las instituciones educativas. En consecuencia, es necesario considerar que si bien la educación es un factor de equidad social ciertos niveles básicos de equidad social son necesarios para que sea posible educar con posibilidades de éxito.
Los estudiantes y docentes asumen de manera diferente cada uno desde su Experiencia particular un rol y es a partir de éste que su participación dentro de la escuela se hace más visible dependiendo mucho de las diferentes percepciones y
construcciones que desde lo social vayan posibilitando, la escuela es un espacio en el cual los niños desarrollan y estimulan una serie de actitudes y aptitudes que permiten un desarrollo físico, mental y social, las cuales son las bases para el desarrollo de una personalidad idónea, capaz de dar solución a determinados problemas ya sean prácticos y/o teóricos.
La participación ha sido un tema muy relegado en el quehacer del docente, puesto que tradicionalmente el maestro ha sido el protagonista de la clase, quien desarrolla la dinámica de la enseñanza, la guía y la condiciona a una serie de normas que de no cumplirse, se incurrirá en faltas de disciplina por parte del estudiante.
En este escenario es pertinente ampliar las posibilidades para la participación del estudiante en su proceso de formación académica y social, ya que esto permite que los viejos paradigmas de la educación se vayan disipando y se abran más espacios de renovación y avances en el campo educativo y de enseñanza –aprendizaje, dado que las diferentes formas de participación en el aula de clase y en la escuela son aquellas en las que el estudiante expresa, resuelve y explora sus inquietudes de una manera autónoma, con la guía del docente y su grupo de compañeros para lograr un mejor desempeño en su nivel académico, social y afectivo, ya que estos son básicos para un desarrollo interpersonal.
Hay que favorecer la participación entendida como aquellos procesos, acciones y actitudes que generan capacidades de decisión e intervención. Los estudiantes tiene que percibir que puede intervenir en todo aquello, de cualquier proyecto, que la afecta, incluso indirectamente. Si no se favorece sinceramente esta opción, difícilmente el acompañamiento será enriquecedor para la persona y bien seguro que pocos se identificarán con el proyecto educativo.
En particular, los jóvenes desarrollan su capacidad social, la ciudadanía llena, contribuyendo a la construcción social, fortaleciendo la cohesión social y entrando en un proceso de aprendizaje que los hará crecer en la dimensión social y de responsabilidad hacia la colectividad.
Un 75% de los niños y jóvenes están vinculados en algún momento de su vida a una organización social. En muchas ocasiones esto significa participación, a pesar de que el porcentaje de los que lo hacen intensivamente, implicándose con un compromiso social, es muy inferior.
Favorece su participación encontrarse en un entorno de iguales, donde el adulto que a veces lo hace sentir incómodo no tenga un rol directivo demasiado destacado. A menudo los niños y jóvenes, sólos o con un pequeño apoyo que actúa como catalizador, lideran y participan en proyectos, grupos y asociaciones culturales, de ocio, en la atención a colectivos desfavorecidos, en entidades de todo tipos... Y cada grupo, cada colectivo incluso en diferentes momentos de una misma entidad lo hace a su manera, de acuerdo con sus características.
Hablar de jóvenes es hablar de participación. Hablar de intervención socioeducativa en el ámbito juvenil es referirnos a la promoción de la participación juvenil, mediante la cual, con alguna sugerencia que actúe como orientador, ellos se auto-organizan cómo consideren para cada ocasión, colectivo o proyecto.
Los procesos de transformación educativa en América Latina han adoptado una secuencia en la cual se comenzó por la reforma institucional y, más específicamente, por la descentralización y la creación de sistemas de medición de resultados. A pesar de la significativa heterogeneidad de situaciones que existen en la región, se ha tendido a utilizar la misma secuencia en con-textos diferentes. Esta uniformidad ha provocado un fenómeno mediante el cual algunos actores pierden de vista el sentido de estos procesos.
Los procedimientos de gestión tienden a perder su carácter de instrumentos para el logro de mejores niveles de calidad educativa y se transforman en fines en sí mismos. El desafío futuro consiste en crear mayores grados de adhesión al sentido de las transformaciones, a través de mecanismos de gestión que permitan la coexistencia de secuencias diferentes, adaptadas a la heterogeneidad de situaciones tanto sociales y económicas como culturales y a través de estrategias centradas en el cambio pedagógico.
En este sentido, serán necesarias políticas integrales con respecto a los docentes, cuya profesionalización se convierte en una necesidad. La nueva pedagogía estará basada en el objetivo de aprender a aprender, lo cual significa que el docente ya no deberá solamente transmitir conocimientos sino la capacidad de aprender a lo largo de toda su vida.
Relaciones entre sector público y privado: Los procesos de transformación educativa han estimulado las alianzas el sector público y el privado. En las últimas décadas se superaron algunas dicotomías tradicionales en este campo y se abrió la perspectiva de una mayor articulación entre instituciones. Al respecto, parecería necesario comenzar a definir estrategias de acción específicas con respecto a la articulación entre la escuela y otras tres instituciones en particular: la familia, los medios comunicación y la empresa.
Una de las ideas centrales de los procesos de transformación educativa ha sido la hipótesis según la cual la educación es un factor de equidad social. La prioridad a la educación en las estrategias de desarrollo estuvo siempre basada en el argumento según el cual ella es la única variable que afecta simultáneamente la equidad social, la competitividad económica y el desempeño ciudadano. Las evidencias empíricas que avalan esta hipótesis son numerosas y bien conocidas por todos y no vale la pena repetirlas aquí.
Pero el vínculo entre educación equidad social no es unidireccional ni estático. En primer lugar, la observación de la realidad latinoamericana permite postular que, en determinadas situaciones, es necesario invertir los términos de esta relación.
Al respecto, los análisis sobre la distribución del ingreso en América Latina coinciden en señalar que la desigualdad en la región es significativamente más alta que en otras regiones del mundo con similares niveles de desarrollo. Las condiciones materiales de vida de los alumnos son un factor fundamental del éxito educativo. Todas las mediciones sobre logros de aprendizaje y sobre desempeño educativo coinciden en señalar que los resultados están asociados al status social y al nivel de ingresos de las familias. Pero estas mediciones también indican otro fenómeno menos obvio que el anterior: por debajo de la línea de subsistencia, los cambios institucionales o pedagógicos tienen un impacto muy poco significativo en los resultados escolares.
Esta situación sugiere que una parte de la explicación del problema de las dificultades para elevar los resultados de la acción escolar está vinculada con el deterioro de las condiciones de educabilidad con las cuales los alumnos ingresan en la escuela. El concepto de educabilidad no se refiere a factores hereditarios, de carácter biológico o genético inmodificables a través de políticas sociales.
La educabilidad se refiere, en cambio, a dos tipos de factores distintos:
(a) un desarrollo cognitivo básico, que se produce en los primeros años de vida y está vinculado a una sana estimulación afectiva, buena alimentación y condiciones sanitarias adecuadas, y
(b) una socialización primaria mediante la cual los niños adquieren los rudimentos de un marco básico que les permita incorporarse a una institución especializada distinta a la familia, como la escuela.
Las informaciones disponible sobre el desarrollo social en la últimas dos décadas indican que las familias, en una proporción importante, no estarían en condiciones de garantizar a sus hijos las condiciones materiales de vida que permitan el desarrollo cognitivo básico.
Pero, además también se habrían deteriorado las posibilidades de garantizar la socialización primaria sobre la cual se apoya el aprendizaje escolar.
Si bien el tema de la socialización primaria ha sido poco estudiado hasta ahora, existen numerosos indicios que justifican la necesidad de prestarle mayo atención, en el marco de un análisis acerca del papel de la dimensión cultura en los proceso de desarrollo social.
El primer indicador de este fenómeno es que la pobreza se ha urbanizado. La urbanización de la pobreza implica mucho más que un mero fenómeno de migración espacial. En muchos casos implica la ruptura de las redes tradicionales de solidaridad y de protección y la pérdida de buena parte del capital social existente. Una de las expresiones más visibles de este fenómeno para el caso de niños de origen popular es la aparición de lo que se ha denominado “niños de la calle”, que están hoy más solos que nunca.
En segundo lugar, es necesario advertir que el deterioro de las condiciones de educabilidad no afecta sólo a los sectores pobres tradicionales sino a los “nuevos pobres”, provocados por los procesos de reconversión y modernización productiva.
Los análisis habituales sobre la relación entre educación y equidad social se efectuaron en el marco de una economía y una sociedad basadas en tecnologías y en modelos de organización del trabajo de tipo “fordista”. Las transformaciones productivas recientes, efectuadas en un contexto de creciente globalización de la economía y de utilización intensiva de las nuevas tecnologías de producción, están modificando profundamente los
vínculos tradicionales entre economía y sociedad y entre educación y Equidad social.
En este sentido, es interesante retomar una provocativa hipótesis presentada por D. Cohen, según la cual las economías intensivas en conocimientos y productoras de ideas son mas inequitativas que las economías intensivas en personal y que fabrican objetos.
La tendencia a excluir a los que no tienen ideas parece ser más fuerte que la tendencia a excluir a los que no tienen riquezas
2. De acuerdo a esta hipótesis, en un proceso productivo basado en el uso de las actuales tecnologías de producción, el menor disfuncionamiento de una de las partes amenaza la producción en su conjunto. En consecuencia, los niveles de calidad y de calificación de los trabajadores que se desempeñan en un mismo proceso productivo deben ser semejantes. Los mejores tienden a agruparse con los mejores, y los mediocres con los mediocres. Este fenómeno relativamente normal y conocido, tiende a exacerbarse a partir de la expansión de las nuevas tecnologías y la posibilidad de descentralizar y de externalizar segmentos
importantes de la producción. Cada unidad de producción tiende, de esta forma, a transformarse en un subconjunto homogéneo de un proceso productivo mucho más amplio.
En este contexto, la segmentación y la desigualdad cambian de sentido. En la economía capitalista tradicional, cada segmento social era una categoría y la desigualdad se producía entre grupos sociales. Ahora, en cambio, la segmentación se produce dentro de cada grupo social. Mientras las desigualdades tradicionales eran fundamentalmente “intercategoriales”, estas nuevas desigualdades son “intracategoriales”.
Mirado desde el punto de vista subjetivo, una de las características más importantes de este fenómeno es que resulta mucho más difícil de aceptar, porque ponen en crisis la representación que cada uno tiene de sí mismo. Estas nuevas desigualdades provocan, por ello, un sufrimiento mucho más profundo, porque son percibidas como un fenómeno más personal que económico y estructural.