Campos problémicos en los que se dará la discusión
* Dialéctica de los objetos, medios y fines de la educación
* El papel del diálogo en la educación
* El dispositivo educativo: diseño y gerenciamientos de las instituciones educativas
* Formación y evaluación de la práctica docente
* Criterios de evaluación del rendimiento educativo para la formación de la sociabilidad y la ciudadanía: Desarrollo de las dimensiones del pensamiento crítico, creativo, cuidadoso y comunitario
Preguntas orientadoras al interior de la mesa
* ¿Condiciones de posibilidad de la educación en el diálogo para el desarrollo de la agencia en infancias y juventudes para la participación democrática desde el enfoque de derechos humanos?
* ¿Cuáles son los prejuicios antropológicos que se tiene de las infancias, niñeces y adolescencias en la educación?
* ¿Cuáles son los dispositivos desde los que se gerencia el rendimiento educativo de las instituciones educativas, los operadores y, a las infancias y las juventudes?
* ¿Cuáles son las condiciones institucionales, formales e informales, para la participación de las infancias y las adolescencias en la toma de decisiones de la educación?
Objetivos
Buscamos reflexionar sobre las condiciones de posibilidad que tiene el papel del dialogo para el desarrollo de la participación democrática en las infancias y las juventudes, es decir, reivindicar la importancia que tiene el dialogo al interior de las instituciones educativas para remarcar la corresponsabilidad que tiene la acción colectiva en el respeto y defensa de los derechos humanos. Pensamos en el dialogo como esa potencia interna de la persona que permite desarrollar diferentes capacidades sociales, no verlo sólo como una forma de educar, sino como la oportunidad de trabajar en el hecho de desenvolver la autonomía de los estudiantes, forjar en ellos un carácter reflexivo y crítico de sus circunstancias actuales, pero, ante todo, otorgándoles la libertad de que ser ellos quienes decidan si quieren o no trabajar en crear nuevos sistemas de convivencia sociales o, en este caso, académicos.
Sin embargo, es necesario identificar y problematizar las condiciones que hacen que este diálogo sea o no posible en los sistemas educativos contemporáneos, es decir, para qué se ha estado educando, sólo como sistemas de réplica y reproducción de ideas, o como creaciones innovadoras y emprendedoras de cambios sociales, capaces de adaptarse a las necesidades de las nuevas generaciones. Pensar en estos puntos implica repensar en los prejuicios de las prácticas educativas, tanto desde el sistema académico, los administrativos y los profesores, reconocer cuál es la idea imperante de entender y comprender al alumno; debemos considerar bajo qué supuestos está enfocada la enseñanza de las infancias y loas adolescentes, explorar sus realidades y empatizar con las mismas, con ello, podemos considerar una enseñanza más democrática y menos adulto céntrica.
Justo, pensemos un poco sobre cómo se evalúan los sistemas académicos, a partir del hecho de identificar desde dónde se comparan o estandarizan los conocimientos de los estudiantes, infantes y adolescentes, podemos entender cuáles son las prioridades que ha delimitado el sistema de los adultos, quienes podemos considerar que han llevado la voz imperante en señalar sus necesidades y obligaciones. Es por ello que consideramos importante reconocer los dispositivos desde los que se gerencia el rendimiento estudiantil; más pensar en una enseñanza basada en las ciencias exactas, datos históricos o fórmulas químicas, deberíamos de considerar otorgar de nuevos instrumentos académicos y sociales a las infancias y juventudes, que les permitan llevar de manera asertiva y coherente sus impulsos por la justicia social. Impulsar en ellos el deseo a la participación y no sólo reprimirlos con extensos contenidos académicos de datos que para ellos podrían tornarse “sin sentido”, reescribir los modelos pedagógicos en conjunto con la población que los estudia: crear colectivamente el sentido de la educación.
Ahora bien, este trabajo colaborativo y generacional, no se logra únicamente entre profesores y alumnos, también deben de tenerse en cuenta los sistemas institucionales, que permanecen sólidos y estáticos ante métodos pedagógicos novedosos o que pongan en duda la estructura tradicional. Es por ello que consideramos necesario identificar las condiciones institucionales que permitan y/o faciliten la toma de decisiones de infantes y jóvenes en los sistemas educativos, con lo cual podremos repensar en formas de trabajo basado en relaciones democráticas, que inciten la participación y desarrollo de autonomía de los individuos.
Pertinencia y justificación
El mundo de la globalización y el internet ha puesto a disposición la fácil obtención de información para las infancias y los jóvenes, quienes aprenden de manera casi inmediata la forma de poder controlar y manipular los distintos servidores electrónicos, así como dispositivos de telecomunicación, ya sean laptops, celulares, tablets, etc. La información se ha vuelto en un arma de doble filo, ya que, así como puede ayudar a resolver dudas o cuestionamientos sobre la forma en que funciona el mundo en diferentes contextos socio culturales, también implica el riesgo de verse malinterpretada. Es por ello que la información colabora a su vez con la formación, la cual implica formar personas capaces de ejercer en un campo práctico o de conocimientos. La información es una condición de la formación, sin los conceptos claves o conocimientos básicos la formación se vería únicamente como aspectos motivacionales, sin embargo, si lo que se busca es una enseñanza humanista, que implique una trascendencia en la forma de pensar y razonar de las infancias y las juventudes, debe de considerarse a la enseñanza desde un aspecto formativo.
Pensar en la enseñanza desde la formación, implica a su vez repensar en el rol del docente, la institución, así como el del alumno; considerar los estereotipos de cada uno de dichos sujetos y modificarlos acorde a una pedagogía crítica que ponga en duda los roles de poder al interior del salón de clases. Se ve a los docentes como esos individuos adultos que, en virtud de la experiencia, conocen las condiciones “reales” del mundo, los distintos mecanismos de control, saben reconocerse como seres sociales y adaptarse a las normas morales que les garantiza su aceptación en la sociedad; todo aquello que vaya en contra de lo establecido es considerado como ingenuo, visiones que niegan la realidad, que sólo pueden ser consideradas como utopías o sueños. Es ahí donde entra el rol del infante y el joven, en un mundo adulto céntrico, el idealismo juvenil está mal visto. Los infantes y los jóvenes observan y analizan las decisiones de los adultos, las consecuencias que estás mismas tienen en el ambiente, la comunidad, la economía; pensemos en aquellos niños, niñas y adolescentes que se han visto obligados a migrar porque sus condiciones de vida eran de sumo riesgo en sus países de origen. No fue culpa de ellos, pero aun así tuvieron que asumir las consecuencias de aquellos que se consideran lo suficientemente adultos para tomar las decisiones verdaderamente importantes.
¿Qué le falta al infante y al joven para poder hacerse escuchar y lograr algo en su realidad? Le falta condiciones de posibilidad que le permitan desarrollar, crear e implementar sus propuestas ante los dispositivos socio-estatales, aquellos mismos que sacan sus convocatorias para que los jóvenes propongan resoluciones a los problemas actuales. El problema, es que esos mismos dispositivos califican, clasifican, seleccionan y otorgan los estímulos financieros para poder apoyar dichas propuestas, pero, tristemente, no siempre se les da seguimiento, sólo se quedan en “intentos” de cambiar la realidad, pero no se canalizan como genuinos proyectos de intervención que con un adecuado trabajo colaborativo entre adultos, infantes y jóvenes pueden hacer la diferencia en la incidencia social.
La práctica educativa actual se sirve de la estrategia de transferencia de información y evaluación de la referencia a esa información fundamentalmente por vía memorística o repetitiva del recurso de información disponible o referida por el docente. Los métodos de evaluación valoran la repetición más que la creatividad o resolución de conflictos, por ejemplo, los exámenes, los cuales sólo otorgan una calificación ante la capacidad memorística, en algunos casos pueden evaluarse con proyectos, pero, en la mayoría de las ocasiones, no son evaluados a profundidad, ni mucho menos esperar su retroalimentación como un posible ejercicio que permita enfrentarse a la crítica y se abra a la réplica. No, sólo basta obtener una calificación y el trabajo después quedará olvidado. ¿Dónde ha quedad el aspecto formativo de la información? En ningún lado, se valora sólo la capacidad cognitiva de obtener información, más no de análisis, reflexión y/o trabajo colaborativo.
Existe una evidente falta de desarrollo en las aptitudes formativas desde el rubro crítico, empezando por las más básicas como lo es la lectura y la escritura. Los alumnos son incapaces de realizar dichas actividades por el simple hecho de disfrutar de ello, todo lo contrario, lo ven como una obligación que los aleja cada vez más de los libros y los encierra en sus dispositivos móviles con sus redes sociales. Se creen “creadores de contenido”, pero sin tener calidad en los mismos; están acostumbrados a repetir los conocimientos de los profesores, pero también ha replicar lo que ven en redes sociales, sin considerar el riesgo que ello puede implicar a sí mismos o a otros. Un claro ejemplo lo tenemos en los “retos” de las redes sociales, donde deben grabarse a sí mismos realizando actos que pueden llegar a poner en riesgo su propia integridad, cualquier persona pensaría por qué realizan esos actos que los ponen en peligro, pero a nivel adulto, somos incapaces de entender la importancia que tiene para ellos el reconocimiento de la otredad, el sentirse escuchados y reconocidos por otras personas, sin importar si los conocen o no. Al volverse almacenes cognitivos de información, los jóvenes corren el riesgo o de verse imposibilitados al análisis reflexivo de sus realidades.
Una característica a denotar es la necesidad que tienen las infancias y las juventudes de hacerse escuchar, ya no quieren verse subordinados y acosados ante figuras de poder, ya sea de índole académico, familiar o incluso político; consideran que es pertinente rebelarse contra el sistema tradicional de enseñanza, al cual tildan de “retrograda”, “inservible” o “anticuado”, apostando por una educación libre que les brinde herramientas para poder afrontar los nuevos retos del sistema mundial y sus actuales problemáticas. No por nada ha estado de moda la preocupación por el medio ambiente, el visibilizar los dañinos estereotipos corporales, evidenciar la discriminación e, inclusive; luchas sociales con las cuales pueden identificarse y que les permite forjar su propia personalidad. Los jóvenes de hoy en día buscan hacerse escuchar, participar en la toma de decisiones y luchas por las causas sociales. Sin embargo, carecen de las herramientas básicas para la resolución de conflictos. Están determinados a luchar, pero desconocen las condiciones institucionales para poder hacer valer y reconocer su participación.
En este sentido, ¿qué herramientas han otorgado los sistemas académicos actuales para instruir a las infancias y las juventudes en la disputa por hacer valer sus derechos humanos? ¿con qué herramientas cuentan las juventudes contemporáneas para la resolución de conflictos? ¿son capaces de mantener y defender sus argumentos de manera lógica y coherente ante un sistema adulto céntrico que permea de estereotipos generacionales?
Buscamos reflexionar sobre la pertinencia de los actuales métodos institucionales, la eficiencia que tienen ante los nuevos retos de las infancias y las juventudes, quienes han denotado una evidente necesidad de hacerse escuchar y notar a través de las redes sociales. Sin embargo, carecen de la capacidad de análisis y dialogo, entendiendo este último como una herramienta comunicativa que permite exponer y compartir puntos de vista antagónicos, así como proponer la posible conciliación de conflictos, sin tener que llegar a actos agresivos con la otredad. Queremos repensar bajo qué condiciones institucionales es posible lograr una educación colaborativa, de modo que existan relaciones asimétricas de poder entre docentes-alumnos, donde sean capaces de entablar conversaciones sin la necesidad de sentirse evidenciados ante el error, pero corregidos con asertividad.